Exedra 3 – Todo lo demás y el arte

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Aclamado Federico.

Exedra 3 - Todo lo demás y el arte I
Exedra 3 - Todo lo demás y el arte II

Si la pistola ha sido el tradicional método de suicidio de nuestros hombres de la nobleza, los hombres de hielo han preferido siempre el té. Una de estas criaturas, bebiendo una infusión caliente, se encamina directamente a una muerte segura por fusión, solo que mucho más lenta que el disparo en la boca. Pero, a diferencia de los mortales del común (o del común de los mortales), si un hombre de hielo, ya derretido en su totalidad, se arrepiente en el último instante y, con un hálito casi inaudible, pide volver a la vida, se puede coger la taza que albergó el té y ahora lo alberga a él en forma líquida, y meterlo en un congelador de altas prestaciones, lo que hará que el agua vuelva a convertirse en hielo y el hielo, en última instancia, en hombre de hielo. No es el caso de los humanos que se disparan en la cabeza, entrando la bala por una sien y saliéndole por la otra. Si hacemos el disparo inverso, desde la sien segunda a la primera, con la bala entrando de nalgas, el finado seguirá finado y la vida del suicida no podrá recuperarse. De momento, esta es la situación y por eso los hombres de hielo se hacen cada vez más fuertes, ocupan los mejores puestos y, desde luego, beben el mejor té de la ciudad.

Durante su huida el enfermo encuentra un baño y decide parar un segundo a orinar, pero del interior sale una montaña de bolas de papel que lo atacan furiosamente. Con gran esfuerzo consigue entrar y sentarse en el inodoro. La fiera gruñe pero, de momento, le respeta la vida. Un divertido cartel pegado a la pared pide a los usuarios que no tiren papeles al inodoro. Se enciende un cigarro y, sonriente, despliega una bola de papel y ve que está totalmente escrita con una vieja máquina. El encabezamiento dice: «Por favor, no tiren papeles al inodoro. Página 112». Abre otra, que dice lo mismo, pero con la página 54». Otra es la diecinueve, la ochenta y una, la ocho… Por supuesto, como hombre curioso y al borde del abismo que es, busca una señal en todo aquello y consigue ordenarlas y leer la novela completa. Después de la palabra «FIN» mete todos los papeles en el retrete y tira de la cadena, justo cuando le advierten por megafonía que ha sido localizado y que salga del baño. Obedece y acompaña a los médicos hasta la camilla en la que le colocan la máscara. Pero nadie se da cuenta de que los papeles y el agua han desbordado el váter y avanzan por los pasillos del hospital, dispuestos a cualquier cosa.

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