En la ciudad de La Línea, a la vista de todos, llamando la atención con sus perfiles a mitad de camino entre la ensoñación mudéjar, los guiños clásicos y el atrevimiento contemporáneo, se alza en busca de una vida plena el particular Xanadú de Víctor Quintanilla. Todos los que pasan por delante del edificio se refieren a él como el museo. Aún no lo es del todo, y no por falta de contenidos; pero intuimos que el tesón inquebrantable de Quintanilla conseguirá convertirlo en realidad victoriosa y palpitante. De hecho, esa realidad ya palpita con fuerza bajo la piel de su creador y ése es por ahora su asomo de victoria inalienable.